¿CUAL ES ESE FRUTO?

Tener un lugar especial para sembrar y cosechar frutas y vegetales es algo increíble. En casa, tenemos un árbol de mango que cada año produce una buena cantidad de frutos. Hay temporadas con una gran cosecha y otras no tan abundantes.

Sin embargo, siempre esperamos un buen fruto de ese árbol. Creo que todos deseamos “un buen fruto” de lo que sembramos. Si plantas algo, es con la intención de obtener una buena cosecha; nadie siembra esperando un fruto que no sea bueno. El apóstol Pablo hace referencia a esto al hablar del «buen fruto».

Los gálatas

La iglesia de Galacia era una comunidad multicultural, formada por personas de diversos contextos que habían creído en las enseñanzas de Jesús. Sin embargo, en un momento de su historia comenzaron a enfrentar dificultades entre ellos. Quizá el problema principal era que intentaban agradar a Dios mediante sus propios esfuerzos, en lugar de depender de Él.

En esa comunidad había tanto judíos como no judíos. Los judíos creían que para que los no judíos pudieran formar parte de la familia de Dios, debían obedecer las leyes de la Torá, mientras que otro grupo afirmaba que esto no era necesario. Este desacuerdo generó un conflicto significativo.

Pablo escribe esta carta al enterarse de las fuertes discusiones entre judíos y gentiles. Después de hablarles con firmeza en los primeros cuatro capítulos y parte del quinto, les recuerda la importancia de “dejarse guiar por el Espíritu Santo”, un tema recurrente en sus cartas, lo que indica su relevancia.

En el inicio del capítulo 5, Pablo menciona:

“Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de permanecer libres y no se esclavicen de nuevo.”

¡Ustedes ya son libres!

El desafío está en la lucha constante entre nuestra naturaleza pecaminosa y el Espíritu. En esta batalla, solo uno puede salir vencedor.

Pablo ofrece una fórmula para que el Espíritu prevalezca: Dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida.” La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, lo cual es opuesto a lo que quiere el Espíritu. Estas dos fuerzas están en constante conflicto.

Cuando llegas a Cristo, Él debe tomar el control de tu vida. Ya no te perteneces a ti mismo, le perteneces a Él.

Como dice 2 Corintios 5:17:

“Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva.
La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!”

La Biblia afirma que si perteneces a Cristo, eres una nueva persona. Tus deseos y pensamientos ahora le pertenecen al Señor.

Aunque una persona no cambia en esencia, al llegar a Cristo y clavar su humanidad en la cruz, permite que Él se exprese en su vida: en sus palabras, acciones, relaciones… En otras palabras, se llena de Jesús.

Pero cuando esa misma persona decide apartar a Jesús, su naturaleza pecaminosa comienza a manifestarse. Como dice Gálatas 5:19-21:

“Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos.”

Por eso, debemos depender de Jesús al 100% y permitir que Él guíe nuestra vida.

Jesús mismo lo enseñó en Mateo 16:24:

“Si alguno quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme.”

¿Qué ocurre cuando permites ser guiado por el Espíritu?

En Gálatas 5:22-23 leemos:

“En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!”

Entonces surge la pregunta: ¿Qué significa ser guiado por el Espíritu? Puede parecer un concepto algo ambiguo, pero no lo es. No se trata de algo místico, paranormal, ni de escuchar voces extrañas o recibir nuevas revelaciones.

Quiero compartir algo que escuché del pastor Sugel Michelén sobre lo que significa seguir al Espíritu:

“Es tomar la determinación de seguir al Espíritu en su intención de conformarnos al carácter de Cristo, prestando atención a Su Palabra, discerniendo Su voluntad en ella y obedeciéndola en dependencia de Él.”

El Espíritu no está interesado en darte el número ganador de la lotería ni en predecir cómo te irá en un nuevo trabajo. Lo que quiere es conformarte al carácter de Cristo. Él te revelará Su voluntad a través de Su Palabra.

Si la Biblia dice algo, tu opinión pierde valor. El Espíritu Santo te está indicando qué hacer. Permite que la Biblia vaya delante de ti, porque fue inspirada por el Espíritu Santo.

Si crees que puedes agradar a Dios sin la ayuda del Espíritu Santo, déjame decirte que eso no es posible. Sin Cristo, el ser humano puede caer muy bajo.

Quiero concluir con este pasaje de Efesios 4:23-24:

“En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes. Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo.”

En otras palabras, cuando alguien te vea, ya no debe verte a ti, sino a Jesús reflejado en lo que piensas y en cómo actúas. Permite que Jesús transforme tu vida.

Así como esperas un buen fruto de lo que siembras, Jesús espera un buen fruto de tu vida. Tú fuiste creado para dar buenos frutos.

¿Qué clase de fruto quieres que abunde en tu vida y en tu casa?

Antes de concluir, quiero proponerte una tarea práctica que puede transformar tu vida:

  1. Quita la maleza que no te deja crecer (horas excesivas en Netflix, redes sociales, etc.).
  2. Abona la tierra con oración diaria.
  3. Riega la tierra cada día con la Palabra de Dios. Déjate guiar por el Espíritu.

Es mi deseo y mi oración que tu casa esté llena de buen fruto.

¡Buena cosecha para todos!

Escrito por Pr. Tabaré Monzalvo

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